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El eje

Hoy cambia todo y tengo miedo de no reconocerme, de perder el eje. Mi existencia es el sabor de las mandarinas, el olor a tilo del jardín. El perfume de tu piel que reconozco en cada prenda que usas o has usado. Mi ser vibra al ritmo del agua que baja por el río, mis memorias se esconden en el eco de estas montañas. Y soy la mujer más bella del mundo, porqué tú me lo dices y no importa nada.

No quiero perder la porosidad de estos muros, el frío del suelo, el calor del sol en el rostro. No quiero perder la música de Chabuca.

Cuando me quiten las vendas y esté preparada para descubrir mi figura debo asegurarme de que nada cambiará. Seguiré honrando a mi piel, a mi lengua, a mi olfato y a mis oídos. Invitaré a estos nuevos habitantes marrones (eso me han dicho) a este banquete de sentidos, y me adueñaré de ellos lentamente. Cuando esté segura de que no toman solos decisiones, ni comandan mis pensamientos y percepciones.



Este relato fue publicado en Esta noche te cuento, un espacio bello por sus letras y su gente. La pauta del mes de junio es "En el espejo" y los relatos no deben exceder las 200 palabras.

Comentarios

marga ha dicho que…
Hola!!!!
Si te apetece compartir tus relatos, pásate por aquí
http://280ypunto.blogspot.com.es/
Un saludo

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Tengo una pasión irrefrenable y créanme que me da mucha vergüenza hablar de esto. Algunos me tildarán de fisgona, de impertinente y hasta de enferma... me gusta ver a la gente a través de las cerraduras. No me importa mirarlas desde una ventana, desde una terraza. El hecho no es tan simple como querer verlas sin que ellos lo perciban. Mi vicio, mi fervor es la escultura que despeja la silueta de la cerradura sobre la vida, la gente... es el recorte de intimidad que se presenta ante mis ojos, la selección fortuita de los hechos. Todavía lo recuerdo. Recién llegaba de la clínica. Elsa, esa mujer que ahora tiene nombre y el título Madre, me llevaba en sus brazos mirándome con una leve sonrisa y un gesto que aún no comprendo. Me puso en un moisés de mimbre blanco y cerró la puerta. De repente me encontré sola en una habitación demasiado aireada para mi piel acostumbrada a nadar hasta ese momento. Empecé a experimentar el mundo de afuera, a conocer los olores de esa casa

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te encuentro vida a la vuelta del mantel lleno de migas, al costado del sol de la siesta, en el sur donde crecí, en los árboles que se asfixian pintados de blanco, creyéndose novias puras, que con su vestido esperan sobre la vereda que al año siguiente vuelva el pintor de la municipalidad y les acaricie la corteza. te encuentro amigo cuando menos lo pienso, compartiendo el estudio, los sueños, las ganas de hacer algo productivo con esta existencia, para nosotros y para lo otros. cuando me entrego, cuando dejo lo que no uso, cuando uso lo que necesito y doy y no me aferro y no me lamento. en verdad todo eso queda… y ustedes van, siempre van a alguna parte y no quiero perderlos.