Una vez más apareció la vieja del cuchillo y se lo llevó cargado al hombro. Lo vimos alejarse con la mirada perdida de resignación. Se oyeron gemidos de dolor y todo se revistió de un silencio pegajoso entre la bichos de la granja. Triste el destino de La Gorda, el de gestar la cena navideña. ENTC diciembre de 2013
Rienda suelta a las palabras que no son mías, son copias infieles que me deja el mundo al pasar, que susurran angelitos y demonios. Dame letras y tendré motivos para andar y desandar lo dicho. Es que sin letras no hay palabras y no existo.