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Mostrando entradas de abril, 2013

Introspecciones

Termina la comida princesa, que debes crecer sana y fuerte. Que afuera las fieras acechan y gruñen, como mi estómago que tiene hambre y pena. Resguardaré tu infancia como un tesoro, no conocerás la tristeza ni la hambruna. Algún día sabrás mi hermosa niña, que corremos la suerte del olvidado… pero almuerza tranquila, para eso falta. ............................................................................. Terminaré la comida madrecita, porque quiero crecer sana y fuerte para luchar con las fieras y calmar tu dolor y tu pena. Conservaré mi hogar como una trinchera cuando el dolor invada esta existencia. Pero algún día sabrás que cambió la suerte. Construiré un castillo cómodo y seguro en donde envejecerás en paz mi reina.

Volver a empezar

Lo recuerdo pequeño y sonriente. Era un gran contador de historias, nos reunía a su alrededor y relataba sus andanzas. Le gustaban las moralejas, por eso siempre se las arreglaba para que las historias dejen lecciones. El quería que este mundo mejore y nos veía como semillas del cambio. Don Felipe Alberto Suárez fue un inmigrante español que llegó a la Argentina convencido de que haría la américa. No se hizo rico, pero conquistó el corazón de Luisina García. En ese instante las ruedas del destino comenzaron a girar. Le dieron a la patria ocho personitas que siguieron con la cadena del amor y algunos desamores. Hoy somos multitud. Y aquí estoy yo, Sofía Suárez, bisnieta número 30. Soy esa, la de los ojos gigantes y la sonrisa obligada. Tenía 13 años. Los otros son mis primos y tíos. Ese día mi bisabuela cumplía 100 años. Me llevo esta foto en un viaje incierto a la tierra de mi bisabuelo para buscar cobijo. Las cosas acá están mal. Perdí el trabajo y han desaparecido a varios ami

Domingo

El besaba a Ana con ternura, acariciaba sus manos y su pelo. Le leía cuentos y le hablaba de sus planes de familia. Y aunque también hubiese querido marcar sendas dactilares por todo el cuerpo se contuvo. Como en cada salida dominical Bety oficiaba de vigilante. Nadie quería que los novios estuviesen a solas "¡a ver si los tentaba el demonio!" Pero como buena hermana se las arreglaba para desaparecer y dejarlos. Aprovechaba para encontrarse con Julio, un viudo con el que se alegraban la tarde. Finalizado el paseo se reunían los tres y volvían como si nada hubiese sucedido. Bety esperaría ansiosa el próximo domingo. Ana se resignaba... su caballero se transformaría en hombre después del casamiento.