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Colón y Cañada

Bajar del colectivo a hora pico es como bajar de una licuadora humana. Antes de tocar el timbre, o de ponerme en la cola de descenso empiezo a juntar partes de mi cuerpo pisoteadas. Busco el perfume del baño recién puesto al despertarme pero lo perdí para siempre. En su lugar vino el olor a gente de mundos apelmazados, olor a combustible, a sudores propios y ajenos. Alientos de estómagos vacíos que se disuelven con el mentol de las pastas de diente.

Mi destino es el ruido. Una cañada que le dice al arroyo por donde ir y en su decisión la coronan los árboles negros de hollín. Esos árboles saben que el arroyo no es tan manso como parece. Ellos lo han visto reirse a carcajadas del destino de los imprudentes.

Transeúntes almidonados de sueño circulan de un lado al otro. No respetan los carriles invisibles, ni conservan su derecha.

Pasan celulares pegados en las orejas y me mandan un sms para decirme ¡buen día srita! no se dan cuenta de que ya soy una señora sin papeles y sin anillo como tantas. Nunca soñé con casarme de blanco y ahora nisiquiera sueño con casarme. Casi no sueño, el cuerpo es sabio y sabe que la energía que se gasta para soñar debe administrarse para preparar mamaderas o cambiar colchones hechos pises.

Ariel vende el diario en la esquina, nunca lo compro, pero lo saludo. Paso sin mirar los titulares, si no pago no tengo tal derecho. La quiniela sigue esperando con sus promesas de cambiar mi mundo. Algún día voy a jugar al quini 6 y seré millonaria. Me voy a comprar una casa y le voy a dar algo de plata a mis hermanos. Una casa amplia, con mucha luz y un gran patio que se llenará de amigos y de música.

Sigo el perfume del café que lleva esa chica en la bandeja. Ese desayuno llegará gastado de olores. Siempre me gustó más el olor del café que su sabor. Tal vez, como lo huelo tanto antes de prepararlo, le saco el verdedero gusto. Suelo abrirel frazco de café y me quedo un rato aspirando su aroma... me gusta tanto como el olor a nafta y a zorrino rutero.

Las cuadras hasta la oficina se hacen largas, y mis pasos cada vez más chicos. Evidentemente mi cuerpo iría a otra parte, a un lugar en donde los mates circulan en canastas. En cambio me espera un mate enjaulado en el escritorio. Siempre le prometo sacarlo cuando me vaya de vacaciones. No conoce el río, ni la arena... jamás escuchó a un niño reir.

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Cerradura

Tengo una pasión irrefrenable y créanme que me da mucha vergüenza hablar de esto. Algunos me tildarán de fisgona, de impertinente y hasta de enferma... me gusta ver a la gente a través de las cerraduras. No me importa mirarlas desde una ventana, desde una terraza. El hecho no es tan simple como querer verlas sin que ellos lo perciban. Mi vicio, mi fervor es la escultura que despeja la silueta de la cerradura sobre la vida, la gente... es el recorte de intimidad que se presenta ante mis ojos, la selección fortuita de los hechos. Todavía lo recuerdo. Recién llegaba de la clínica. Elsa, esa mujer que ahora tiene nombre y el título Madre, me llevaba en sus brazos mirándome con una leve sonrisa y un gesto que aún no comprendo. Me puso en un moisés de mimbre blanco y cerró la puerta. De repente me encontré sola en una habitación demasiado aireada para mi piel acostumbrada a nadar hasta ese momento. Empecé a experimentar el mundo de afuera, a conocer los olores de esa casa

Verde te quiero verde

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te encuentro vida a la vuelta del mantel lleno de migas, al costado del sol de la siesta, en el sur donde crecí, en los árboles que se asfixian pintados de blanco, creyéndose novias puras, que con su vestido esperan sobre la vereda que al año siguiente vuelva el pintor de la municipalidad y les acaricie la corteza. te encuentro amigo cuando menos lo pienso, compartiendo el estudio, los sueños, las ganas de hacer algo productivo con esta existencia, para nosotros y para lo otros. cuando me entrego, cuando dejo lo que no uso, cuando uso lo que necesito y doy y no me aferro y no me lamento. en verdad todo eso queda… y ustedes van, siempre van a alguna parte y no quiero perderlos.