No llegué a conocer a mí hermano mayor. Se fue en diciembre, un mes antes de que yo aterrice en el mismo nido acuático en el que vivimos 9 meses en tiempos distintos. Sin embargo, lo extrañé siempre y lo extraño... Te imaginé muchos años como compañero de aventuras. A veces con culpa, cómo si tu existencia se hubiese trocado por la mía.
Muchos años después pude sanar ausencias, fue hace poco que descubrí dolores que tenían que ver con vos, con nosotros, con la familia y el espacio que ocuparás siempre. Infinitas gracias Nico.
Tengo una pasión irrefrenable y créanme que me da mucha vergüenza hablar de esto. Algunos me tildarán de fisgona, de impertinente y hasta de enferma... me gusta ver a la gente a través de las cerraduras. No me importa mirarlas desde una ventana, desde una terraza. El hecho no es tan simple como querer verlas sin que ellos lo perciban. Mi vicio, mi fervor es la escultura que despeja la silueta de la cerradura sobre la vida, la gente... es el recorte de intimidad que se presenta ante mis ojos, la selección fortuita de los hechos. Todavía lo recuerdo. Recién llegaba de la clínica. Elsa, esa mujer que ahora tiene nombre y el título Madre, me llevaba en sus brazos mirándome con una leve sonrisa y un gesto que aún no comprendo. Me puso en un moisés de mimbre blanco y cerró la puerta. De repente me encontré sola en una habitación demasiado aireada para mi piel acostumbrada a nadar hasta ese momento. Empecé a experimentar el mundo de afuera, a conocer los olores de esa casa
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