Tengo 30 relucientes años arrugándose en mis comisuras. Los muy malditos, en vez de darme cintura, me la quitan. Dicen que todas las cinturas van a parar a un fondo único de cinturas abandonadas que serán vendidas a un módico precio a cirujanos estéticos matriculados y a dueños de gimnasios. 30 años que vienen con amigos fidelizados, varias cuentas pendientes y pocas certezas. Me recuerdan que ya es el momento de deshacerse de objetos en desuso, de recuerdos malolientes y lágrimas gastadas. Hay que limpiar la casa que habita el alma o esta dimensión de la vida que algunos llaman psiquis (si es que todo eso no es una misma cosa). Tal vez, al despejar el área todo se verá más claro. Ya no tendré excusas para resolver cuentas pendientes, encontraré las alas que he perdido y volveré a lavarlas con jabón baja espuma como a ellas les gusta. Limpiaré la casa, la ordenaré primero y descubriré recovecos en los que el sol no entraba. Usaré mis días sin miedo a que se gasten. In...