Enjaulada
Trabajo en una jaula de cristal climatizada, iluminada y alfombrada. Acá adentro todo es blanco excepto las sillas y las compus que son negras. A los colores y a la calidez los debemos poner las personas (si queremos, es opcional), pero no tenemos permitido dejar rastros, nada de fotos en nuestros paneles, ni demasiados adornos que le saquen a esta oficina su look impersonal, pulcro y minimalista. Acá no crecen los sueños ni las plantas y la creatividad es un hecho escatológico. De a poco uno se mimetiza con el entorno, y las ideas empiezan a tener pocos colores. Los buenos modales lo impregnan todo. Hordas de hombres encamisados y aparentemente asexuados viajan en ascensores de metal, dejándonos a las damas entrar o subir primero. Aquí se huele una realidad inversa a la calle, del bocinazo y la puteada. Puedo ver la ciudad y a la gente que pasea a sus perros en la costanera. En ocasiones veo diminutos puntitos en el horizonte montañoso. Son paracaidistas. Eso dicen todos acá, yo...